viernes, 4 de junio de 2010
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LAS PRIMERAS RELACIONES.
El Bebé y sus Padres: una Relación para Crecer
Carmen de la Torre*
El bebé humano nace en un estado de desvalimiento tal, que sin los cuidados maternos no podría sobrevivir. Los cuidados de la madre (función materna) proporciona al bebé todo aquello de lo que carece y que solo no puede conseguir; la madre le da de comer, lo asea, lo abriga o destapa, favorece el descanso, la tranquilidad… para que se críe bien. ¿Cómo puede saber la madre lo que necesita el bebe si no habla? ¿Cómo es la comunicación de la made con el hijo recién nacido?
La madre a lo largo del embarazo va preparando su cuerpo para acoger y favorecer el desarrollo de un futuro bebé. Este proceso no solo prepara el cuerpo sino también la mente de la madre, ella va imaginando, sintiendo… a su futuro hijo. Este acercamiento afectivo y emocional de la madre va a sentar las bases de una vía de comunicación con el recién nacido que se ejercitará de forma ininterrumpida desde el momento del nacimiento.
Esto supone un interjuego entre ambos que construye una relación única y descubre un modo de comunicación que permite conocer y atender las necesidades del recién nacido, que de este modo va conformando su propio psiquismo.
Antes del nacimiento, el feto en el interior del cuerpo de la madre encuentra de forma continua satisfacción a todas las necesidades, temperatura constante, alimentación satisfecha sin sensación de hambre… no hay sensaciones de displacer ni frustración; siempre que el embarazo transcurra con normalidad y cuidados adecuados. Cuando el bebé nace, cambia de mundo, la alimentación, el calor, la tranquilidad…no es continua, sino que aparece y desaparece, generando en el recién nacido, dos sensaciones diferentes:
- Placer, cuando las necesidades están satisfechas. Se observa entonces en el bebe un estado de relajación y tranquilidad que, alrededor del tercer mes de vida va acompañado de una leve sonrisa “sonrisa social” que da cuenta de su verdadero estado de bienestar y placidez.
- Displacer, estado de tensión que el recién nacido manifiesta a través de lloro, inquietud y que expresa su malestar e insatisfacción.
La madre que emocionalmente se siente cercana al niño, que inconscientemente ha ejercitado esta forma de comunicación con su hijo, de sentir como él, descodificará sin grandes dificultades las señales que el bebé emite de displacer, sabrá entonces, si tiene hambre, frío, sueño, o algún dolor… y podrá calmarle y/o acompañarle en el tiempo de tensión y de frustración hasta que el bienestar pueda ser restaurado.
En el aprendizaje de esta nueva forma de comunicación, la parturienta está rodeada de revistas, libros importantes, personas sabias: abuelas, puericultores, madres experimentadas, padres estudiosos de la crianza, que dan indicaciones sobre lo que se debe hacer, por ejemplo con la lactancia. Unos dicen “cada tres horas para ir
educándole” “ a demanda siempre que el niño pida” ¿qué es lo que hay que hacer?. Sólo la madre que puede comunicarse con su bebé, identificándose con él sabe cómo hacer: sólo ella sabe cuando tiene que esperar o cuando darle de comer, en este encuentro único entre la madre y su hijo, el bebé incorpora aspectos de la madre buenos que lo calman y le enseñan a esperar; de este modo el bebé se regula, identifica sensaciones de hambre displacenteras, pero consigue esperar a que la madre aparezca a calmar el hambre. Esta dinámica de hambre, espera, y satisfacción en las proporciones adecuadas a las capacidades del bebé, es lo que favorece la regulación espontánea de la alimentación, en los primeros meses de vida.
Este proceso - la alimentación - descrito muy brevemente, sirve para ilustrar que en la crianza de los hijos, para la adquisición de cualquier logro evolutivo: cambio de alimentación, dormir solo, control de esfínteres… desde el principio, se produce un interjuego en el que es necesario tener en cuenta:
- La madurez biológica del niño
- La experiencia de satisfacción
- La experiencia de frustración
- La presencia y ausencia de la madre de forma ajustada a la edad madurativa del hijo que permita tolerar la frustración, y postergar la satisfacción en el bebé y también en ella misma.
La madre emocionalmente cercana a su hijo, sabrá ajustar de manera adecuada estos cuatro aspectos para que los grandes hitos de la crianza se vayan estableciendo en el hijo satisfactoriamente. Si alguno de estos aspectos está descompensado pueden aparecer alteraciones: vómitos, rechazo a comer, problemas de dormir, enuresis…
Teniendo en cuenta que la principal vía de comunicación entre sujetos adultos es la palabra, este modo de comunicación emocional con el bebé que ejercita sobre todo la madre en un primer momento, supone en ella una disponibilidad y esfuerzo psíquico que trae su consecuente cansancio físico y mental.
Es el padre quien en este momento tiene un papel fundamental. Sostener a la madre en los momentos críticos de la crianza de cada una de las etapas que atraviesa el niño. Y poder tener sobre ella una doble mirada: madre de su hijo y su mujer, su pareja. En la medida que el padre puede ocupar este lugar psicológico, acompaña a la madre en los movimientos de acercamiento y separación de ésta respecto del bebé consiguiendo que la madre se sienta mas fuerte y segura en la crianza.
Por otro lado, el padre desde el principio mantiene momentos de intimidad, cuidado, y ternura con el bebé, que serán vivenciados por éste de forma diferente que los vividos con la madre, y que pueden ser momentos de descanso para ella.
Pero, el lugar psicológico del padre, que el bebé incorpora en su psiquismo como función paterna, no tiene que ver tanto con cambiar pañales, bañarle, vestirle, darle de comer…sino con la función de favorecer la separación emocional de la madre, rescatarla a un lugar adulto y de pareja, permitiendo al bebé un espacio para ejercitar sus aprendizajes, para investigar y descubrir sus propias sensaciones placenteras o displacenteras, límites corporales, y entorno mas inmediato, reconociéndolo como propio y tranquilizador, cuando se produce de manera adecuada o cómo extraño e inquietante si se produce de forma brusca o repentina.
A medida que el bebé crece, desarrolla capacidades psicológicas y motoras que le permiten relacionarse de otra manera; la relación del hijo con cada uno de los padres se y con el entorno se va modificando en favor del desarrollo de su subjetividad y
autonomía. Pero es importante tener presente que en cualquier momento evolutivo del en el que se encuentre un niño es necesario para el buen desarrollo de su psiquismo que experimente:
- La función materna, de acompañamiento y contención del crecimiento, que como función puede desempeñar tanto el hombre como la mujer. Bien es cierto que muchos autores coinciden que cuanto más pequeño es el hijo, más disposición biológica existe en la mujer para el ejercicio de esta función.
- La función paterna, que pone límites a que se prolonguen satisfacciones infantiles. Los límites suponen una separación que delimite un espacio psicológico que favorece el crecimiento bío-psico-social del niño.
- La experiencia de satisfacción.
- La experiencia de frustración.
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• Sobre la Autora: Carmen de la Torre es Psicólogo Clínico, Psicoterapeuta de Niños y Psicóloga del CAI del Ayuntamiento de Madrid.
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